En la mágica época navideña en El Ejido, dos hermanas, Inés y Elena, paseaban con sus padres disfrutando de las luces y decoraciones que llenaban las calles de la ciudad. El espíritu navideño se sentía en cada esquina, y ambas niñas se mostraban entusiasmadas con los escaparates decorados y las melodías festivas que resonaban por todas partes.

Durante su paseo, al pasar frente al estudio de fotografía de Fernando, algo captó la atención de Elena. “¡Mira, Inés! ¡Un tren!”, exclamó, señalando emocionada hacia el interior del estudio. Justo en el centro, entre decoraciones navideñas y luces cálidas, había una locomotora roja y verde, decorada con estrellas doradas y rodeada de nieve artificial que creaba un ambiente mágico.

Sin pensarlo dos veces, ambas corrieron hacia la entrada del estudio, tirando de la mano de sus padres. Al entrar, fueron recibidas por Fernando, el fotógrafo, quien les sonrió y les dijo: “Bienvenidas, chicas. Este tren es muy especial, ¿queréis una foto para recordar esta Navidad mágica?”

Inés y Elena asintieron, emocionadas. Se sentaron juntas en el tren, abrazadas y sonrientes, mientras Fernando preparaba su cámara. Justo cuando estaban a punto de posar, una suave brisa recorrió el estudio, y algo extraordinario sucedió: la locomotora, como si tuviera vida propia, comenzó a emitir un suave sonido, y de repente, el estudio desapareció.

Inés y Elena se encontraron en un paisaje nevado, rodeadas de árboles decorados con luces brillantes y lazos de colores. Las dos se miraron con asombro, pero sin miedo, ya que sabían que estaban viviendo una aventura navideña como ninguna otra.

Durante su viaje, aparecieron pequeños duendes que les enseñaron la importancia de compartir momentos especiales con la familia y de valorar la magia de la Navidad. Finalmente, se encontraron con Papá Noel, quien les entregó a cada una un pequeño adorno en forma de estrella, diciéndoles: “Estas estrellas guardan la magia que lleváis en vuestros corazones. Recordad siempre que, mientras estén juntas, esa magia brillará y hará que cualquier momento sea especial.”

De repente, con un parpadeo, Inés y Elena estaban de nuevo en el estudio de Fernando, como si nada hubiera pasado. Pero en sus manos sostenían las pequeñas estrellas que Papá Noel les había regalado.

Desde entonces, cada Navidad, Inés y Elena colocan esas estrellas en el árbol de su hogar, recordando la magia que vivieron juntas en el estudio de Fernando y el mensaje de amor y unión que aprendieron en aquel viaje. Así, año tras año, mantienen viva la luz de la Navidad y el recuerdo de que la verdadera magia está en el amor familiar y en los momentos compartidos.